Es indudable que la agricultura moderna se basa fundamentalmente en la artificialización y, por tanto, altera las estructuras del ecosistema y su funcionamiento. Toda práctica tiene un riesgo y un costo ecológico que la teoría y la práctica económica, basada en los valores de mercado de corto plazo, ha sido incapaz de tomar en cuenta.
Uno de los aspectos más importantes de la artificialización es la especialización productiva, es decir, la reducción de la diversidad natural para concentrarse en pocas variedades y eventualmente en el monocultivo. La diversidad del ecosistema tiene enorme importancia, pues es uno de los factores fundamentales para su estabilidad y que incide en la homeostasis y resiliencia del sistema natural, que le permite recibir impactos desde el exterior, mantenerse en todo sistema y autorreproducirse. La especialización y la homogeneización de cultivos elimina especies. Ello tiende a alterar la estructura de los suelos, modifica los flujos de nutrientes y de energía y los ciclos biogeológicos.
Por otra parte, las prácticas de cosecha indiscriminada y de cosecha selectiva tienden también a reducir la diversidad del ecosistema, lo cual resulta, finalmente, en la destrucción de sus mecanismos de funcionamiento y su desorganización.
La disminución de diversidad es un fenómeno que se da desde los primeros tiempos de la civilización humana. Sin embargo, se ha acentuado en los últimos cien años. La reserva de especies biológicas es de unos 10 millones, de los cuales cerca de 8.5 millones han sido identificadas. De las más de 240 000 especies de plantas conocidas, sólo 150 han sido domesticadas por el hombre, y sólo 30 de ellas proporcionan 85% del peso de los alimentos consumidos por los seres humanos y 95% de sus calorías y proteínas. A su vez ocho especies (trigo, arroz, maíz, cebada, avena, sorgo, mijo y centeno) proporcionan las tres cuartas partes del total de proteínas alimenticias y energía consumidas por el hombre, y tres: trigo, maíz y arroz, proveen 50% de la energía humana. En relación con los recursos ganaderos se da un fenómeno similar.
Los patrones imperantes en el comercio internacional promueven la homogeneización de cultivos y monocultivos y refuerzan las prácticas descritas de mecanización, fertilización, riego, etc., que al alterar el sistema natural ponen en peligro la diversidad biológica.
La pérdida de diversidad no sólo tiene efectos sobre la estructura y el funcionamiento del ecosistema, sino que además aumenta los riesgos ya que mientras más homogéneo es un sistema, mayor es su vulnerabilidad a plagas, enfermedades, fluctuaciones y azares del clima. El desastre de 1840. En los cultivos de papa de Irlanda es un ejemplo clásico, al cual se pueden agregar hechos más recientes como los citados en el apartado anterior sobre el tema del control de plagas.Es indudable que la agricultura moderna se basa fundamentalmente en la artificialización y, por tanto, altera las estructuras del ecosistema y su funcionamiento. Toda práctica tiene un riesgo y un costo ecológico que la teoría y la práctica económica, basada en los valores de mercado de corto plazo, ha sido incapaz de tomar en cuenta.
Uno de los aspectos más importantes de la artificialización es la especialización productiva, es decir, la reducción de la diversidad natural para concentrarse en pocas variedades y eventualmente en el monocultivo. La diversidad del ecosistema tiene enorme importancia, pues es uno de los factores fundamentales para su estabilidad y que incide en la homeostasis y resiliencia del sistema natural, que le permite recibir impactos desde el exterior, mantenerse en todo sistema y autorreproducirse. La especialización y la homogeneización de cultivos elimina especies. Ello tiende a alterar la estructura de los suelos, modifica los flujos de nutrientes y de energía y los ciclos biogeológicos.
Por otra parte, las prácticas de cosecha indiscriminada y de cosecha selectiva tienden también a reducir la diversidad del ecosistema, lo cual resulta, finalmente, en la destrucción de sus mecanismos de funcionamiento y su desorganización.
La disminución de diversidad es un fenómeno que se da desde los primeros tiempos de la civilización humana. Sin embargo, se ha acentuado en los últimos cien años. La reserva de especies biológicas es de unos 10 millones, de los cuales cerca de 8.5 millones han sido identificadas. De las más de 240 000 especies de plantas conocidas, sólo 150 han sido domesticadas por el hombre, y sólo 30 de ellas proporcionan 85% del peso de los alimentos consumidos por los seres humanos y 95% de sus calorías y proteínas. A su vez ocho especies (trigo, arroz, maíz, cebada, avena, sorgo, mijo y centeno) proporcionan las tres cuartas partes del total de proteínas alimenticias y energía consumidas por el hombre, y tres: trigo, maíz y arroz, proveen 50% de la energía humana. En relación con los recursos ganaderos se da un fenómeno similar.
Los patrones imperantes en el comercio internacional promueven la homogeneización de cultivos y monocultivos y refuerzan las prácticas descritas de mecanización, fertilización, riego, etc., que al alterar el sistema natural ponen en peligro la diversidad biológica.
La pérdida de diversidad no sólo tiene efectos sobre la estructura y el funcionamiento del ecosistema, sino que además aumenta los riesgos ya que mientras más homogéneo es un sistema, mayor es su vulnerabilidad a plagas, enfermedades, fluctuaciones y azares del clima. El desastre de 1840. En los cultivos de papa de Irlanda es un ejemplo clásico, al cual se pueden agregar hechos más recientes como los citados en el apartado anterior sobre el tema del control de plagas.Es indudable que la agricultura moderna se basa fundamentalmente en la artificialización y, por tanto, altera las estructuras del ecosistema y su funcionamiento. Toda práctica tiene un riesgo y un costo ecológico que la teoría y la práctica económica, basada en los valores de mercado de corto plazo, ha sido incapaz de tomar en cuenta.
Uno de los aspectos más importantes de la artificialización es la especialización productiva, es decir, la reducción de la diversidad natural para concentrarse en pocas variedades y eventualmente en el monocultivo. La diversidad del ecosistema tiene enorme importancia, pues es uno de los factores fundamentales para su estabilidad y que incide en la homeostasis y resiliencia del sistema natural, que le permite recibir impactos desde el exterior, mantenerse en todo sistema y autorreproducirse. La especialización y la homogeneización de cultivos elimina especies. Ello tiende a alterar la estructura de los suelos, modifica los flujos de nutrientes y de energía y los ciclos biogeológicos.
Por otra parte, las prácticas de cosecha indiscriminada y de cosecha selectiva tienden también a reducir la diversidad del ecosistema, lo cual resulta, finalmente, en la destrucción de sus mecanismos de funcionamiento y su desorganización.
La disminución de diversidad es un fenómeno que se da desde los primeros tiempos de la civilización humana. Sin embargo, se ha acentuado en los últimos cien años. La reserva de especies biológicas es de unos 10 millones, de los cuales cerca de 8.5 millones han sido identificadas. De las más de 240 000 especies de plantas conocidas, sólo 150 han sido domesticadas por el hombre, y sólo 30 de ellas proporcionan 85% del peso de los alimentos consumidos por los seres humanos y 95% de sus calorías y proteínas. A su vez ocho especies (trigo, arroz, maíz, cebada, avena, sorgo, mijo y centeno) proporcionan las tres cuartas partes del total de proteínas alimenticias y energía consumidas por el hombre, y tres: trigo, maíz y arroz, proveen 50% de la energía humana. En relación con los recursos ganaderos se da un fenómeno similar.
Los patrones imperantes en el comercio internacional promueven la homogeneización de cultivos y monocultivos y refuerzan las prácticas descritas de mecanización, fertilización, riego, etc., que al alterar el sistema natural ponen en peligro la diversidad biológica.
La pérdida de diversidad no sólo tiene efectos sobre la estructura y el funcionamiento del ecosistema, sino que además aumenta los riesgos ya que mientras más homogéneo es un sistema, mayor es su vulnerabilidad a plagas, enfermedades, fluctuaciones y azares del clima. El desastre de 1840. En los cultivos de papa de Irlanda es un ejemplo clásico, al cual se pueden agregar hechos más recientes como los citados en el apartado anterior sobre el tema del control de plagas.Es indudable que la agricultura moderna se basa fundamentalmente en la artificialización y, por tanto, altera las estructuras del ecosistema y su funcionamiento. Toda práctica tiene un riesgo y un costo ecológico que la teoría y la práctica económica, basada en los valores de mercado de corto plazo, ha sido incapaz de tomar en cuenta.
Uno de los aspectos más importantes de la artificialización es la especialización productiva, es decir, la reducción de la diversidad natural para concentrarse en pocas variedades y eventualmente en el monocultivo. La diversidad del ecosistema tiene enorme importancia, pues es uno de los factores fundamentales para su estabilidad y que incide en la homeostasis y resiliencia del sistema natural, que le permite recibir impactos desde el exterior, mantenerse en todo sistema y autorreproducirse. La especialización y la homogeneización de cultivos elimina especies. Ello tiende a alterar la estructura de los suelos, modifica los flujos de nutrientes y de energía y los ciclos biogeológicos.
Por otra parte, las prácticas de cosecha indiscriminada y de cosecha selectiva tienden también a reducir la diversidad del ecosistema, lo cual resulta, finalmente, en la destrucción de sus mecanismos de funcionamiento y su desorganización.
La disminución de diversidad es un fenómeno que se da desde los primeros tiempos de la civilización humana. Sin embargo, se ha acentuado en los últimos cien años. La reserva de especies biológicas es de unos 10 millones, de los cuales cerca de 8.5 millones han sido identificadas. De las más de 240 000 especies de plantas conocidas, sólo 150 han sido domesticadas por el hombre, y sólo 30 de ellas proporcionan 85% del peso de los alimentos consumidos por los seres humanos y 95% de sus calorías y proteínas. A su vez ocho especies (trigo, arroz, maíz, cebada, avena, sorgo, mijo y centeno) proporcionan las tres cuartas partes del total de proteínas alimenticias y energía consumidas por el hombre, y tres: trigo, maíz y arroz, proveen 50% de la energía humana. En relación con los recursos ganaderos se da un fenómeno similar.
Los patrones imperantes en el comercio internacional promueven la homogeneización de cultivos y monocultivos y refuerzan las prácticas descritas de mecanización, fertilización, riego, etc., que al alterar el sistema natural ponen en peligro la diversidad biológica.
La pérdida de diversidad no sólo tiene efectos sobre la estructura y el funcionamiento del ecosistema, sino que además aumenta los riesgos ya que mientras más homogéneo es un sistema, mayor es su vulnerabilidad a plagas, enfermedades, fluctuaciones y azares del clima. El desastre de 1840. En los cultivos de papa de Irlanda es un ejemplo clásico, al cual se pueden agregar hechos más recientes como los citados en el apartado anterior sobre el tema del control de plagas.
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